“[…] La Iglesia cree en la paz; pero sabe muy bien que la paz no es ni la ausencia de violencia, ni se consigue con la violencia represiva. La verdadera paz sólo se logra como fruto de la justicia […]” (Homilía del 1-4-1978, Mons. Oscar Arnulfo Romero Galdámez)
La Iglesia cree en la paz; esto nos hace razonar sobre ¿qué es la paz? Para San Oscar Romero, en aquellos tiempos en los que su homilía representaba a su figura de Arzobispo de San Salvador, pero también “la voz de los sin voz”, es decir la voz del pueblo salvadoreño oprimido por la idolatría al poder y al dinero que azotó y marcó un obscuro pasaje en la historia de El Salvador; la paz […] no es ni la ausencia de violencia, ni se consigue con la violencia represiva. La verdadera paz sólo se logra como fruto de la justicia […]”.
Entonces; ¿Cómo la Iglesia puede callar cuando no existe justicia para todas aquellas víctimas y familiares víctimas de graves violaciones a derechos humanos ocurridas durante el pasado conflicto armado salvadoreño? ¿Cómo callar si sólo se conoce la verdad real, pero no la verdad jurídica que otorgaría la calidad de víctima a quienes entregaron su vida por un país justo, que tratara a las personas en equidad de condiciones y que por sobre todas las cosas resguardara la vida de las personas, pero no solo como el hecho de existir y respirar, sino como un hecho envuelto en dignidad con Cristo encarnado en la fe y la fe viva?
San Oscar Arnulfo Romero Galdámez ascendió a los altares como un pastor que llevó la Santa Misa a la vida diaria, como un “Mártir de la Eucaristía y el reflejo del pan partido” (III Carta Pastoral “La Santa Misa llevada a la vida diaria en ocasión a la canonización de San Oscar Arnulfo Romero”, Monseñor José Luis Escobar Alas, Arzobispo de San Salvador). Eucaristía por entregarse en fe al prójimo y pan partido por partir su vida y entregarla al pueblo salvadoreño en defensa de los derechos humanos de todos aquellos que sufrían pobreza, persecución y opresión.
Aquél momento en que “[…] amenazado de muerte por la extrema derecha y juzgado contrario a los intereses del pueblo por la extrema izquierda revolucionaria, el Siervo de Dios fue asesinado el 24 de marzo de 1980 en medio de un torbellino de incomprensión” (Cogregatio de Causis Sanctorum, Beatificationis seu Declarationis Martyrii Servi Dei Ansgarii Arnolfi Romero, Tipografía Nova Res s.r.l. Roma, 2014). Ese fatídico 24 de marzo de 1980, ocurrió el Magnicidio del defensor del pueblo en El Salvador, que desde el 21 de diciembre de 2010 fue proclamado como un defensor de las personas más vulnerables de El Salvador por la Asamblea General de las Naciones Unidas (Resolución 65/196, 21-12-2010, Asamblea General de la ONU), pero que desde el altar siempre, desde su proceso de conversión ha sido y será por excelencia el defensor de los derechos humanos de nuestro pueblo y que por lo tanto significa un ejemplo emblemático y claro de la persecución que sufrió la Iglesia Católica (sacerdotes, laicos, agentes de pastoral, catequistas, seminaristas, comunidades eclesiales de base y pueblo de Dios en general) durante el conflicto armado, de la opresión y graves violaciones a derechos humanos que suscitaron en ese entonces y que en la actualidad han marcado una ola de violencia generalizada como consecuencia desentrañable.
Ahora, al exigir justicia en el Magnicidio de San Oscar Romero, no exigimos justicia solamente en la causa penal número 134/1980 que el ahora Juzgado 4° de Instrucción de San Salvador evacúa en complicidad con la Fiscalía General de la República de una manera lenta e inefectiva, como si no existiesen ya más de 38 años de inefectividad e inacceso a la justicia; nos referimos además de ello a todos aquellos casos que han sido judicializados o no, que fueron retomados por la Comisión de la Verdad en su informe, que fueron perpetrados por agentes estatales y agentes guerrilleros, pero especialmente nos referimos a este cometido por Roberto D´Aubuisson, Amado Garay, Mario Molina, Álvaro Saravia, grupos financistas, entre otros responsables, EXIGIMOS JUSTICIA POR EL MAGNICIDIO DE SAN OSCAR ARNULFO ROMERO.
¿Qué barreras ahora pueden utilizarse como excusas para no establecer la verdad jurídica y enjuiciar a todos los responsables de las graves violaciones a derechos humanos ocurridas durante el conflicto armado? ¿Una ley de amnistía expulsada del ordenamiento jurídico? ¿Una nueva ley de amnistía disfrazada de reconciliación para la paz? ¿Mora judicial? ¿Falta de recursos? ¿Desinterés por hacer justicia? ¿Seguir minimizando lo atroz de la opresión que sufrió y sufre el pueblo salvadoreño? ¿No reabrir heridas que ni si quiera han sanado?
Excusas, sobra la creatividad para no hacer justicia, pero escasean las soluciones para un pueblo sediento de verdad, de justicia y de paz.
Reabierto el proceso penal contra Álvaro Saravia y todos aquellos implicados en el magnicidio de San Oscar Romero, solo nos queda EXIGIR A LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA UNA PRONTA Y CUMPLIDA JUSTICIA, A LA FISCALÍA GENERAL DE LA REPÚBLICA REPRESENTAR, DEFENDER Y TUTELAR CON EFECTIVIDAD Y TRANSPARENCIA LOS INTERESES DE LA SOCIEDAD Y DEL ESTADO, CONFORME A LOS PRINCIPIOS DE LEGALIDAD, JUSTICIA Y OBJETIVIDAD EN EL MAGNICIDIO DE SAN OSCAR ROMERO Y CADA UNO DE LOS CASOS QUE ESTÁN EN LA IMPUNIDAD, A LA FUERZA ARMADA DE EL SALVADOR QUE PONGA A DISPOSICIÓN DE LOS PROCESOS DE JUSTICIA LA DOCUMENTACIÓN QUE ACREDITA LAS LÍNEAS DE MANDO QUE ORDENARON MASACRES, TORTURAS Y DESAPARICIONES FORZADAS.
¡San Oscar Arnulfo Romero, resucitaste en tu pueblo, un pueblo que aún tiene sed de justicia!
Pbro. Estefan Turcios Carpaño Director de Tutela de Derechos Humanos del Arzobispado de San Salvador
Pbro. y Lic. Luciano Ernesto Reyes García Director Adjunto de Tutela de Derechos Humanos del Arzobispado de San Salvador |