CARTA DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS SACERDOTES EN EL 160° ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL CURA DE ARS

En el marco del 160° aniversario de San Juan María Vianney, conocido como el Santo Cura de Ars, el Papa Francisco dirigió una carta a los sacerdotes para agradecerles su labor en la cual “dejan todo” para ocuparse por sus comunidades y como el Santo Cura de Ars, trabajan desde la “trinchera”, llevando en sus espaldas el peso del día y del calor.
En la carta, el Santo Padre expresa sus deseos de estar cerca de los sacerdotes, y a su vez los anima a “renovar esas palabras que el Señor pronunció con tanta ternura el día de nuestra ordenación y constituyen la fuente de nuestra alegría: «Ya no los llamo siervos…, yo los llamo amigos» (Jn 15,15)”.
El dolor es el elemento con el que el Papa Francisco inicia su mensaje, donde pide las reformas necesarias para impulsar, desde la raíz, una cultura basada en el cuidado pastoral de manera tal que la cultura del abuso no encuentre espacio para desarrollarse y, menos aún, perpetuarse. No se desanimen les dice el Papa a los presbíteros.
“La vocación, más que una elección nuestra, es respuesta a un llamado gratuito del Señor”, con estas palabras inicia el apartado de la gratitud y, recuerda a un maestro de vida sacerdotal de su país natal, el padre Lucio Gera quien decía que “siempre, pero sobre todo en las pruebas, debemos volver a esos momentos luminosos en que experimentamos el llamado del Señor a consagrar toda nuestra vida a su servicio”.
Ánimo es el tercer factor en que el Santo Padre se enfoca, donde pide que se renueve el ánimo sacerdotal, además, invita a hacerse la pregunta de cómo se puede enfrentar el dolor y cómo podemos evitar normalizar la tristeza, y señala que se debe pedir al Espíritu que «venga a despertarnos, a pegarnos un sacudón en nuestra modorra, a liberarnos de la inercia. Desafiemos las costumbres, abramos bien los ojos, los oídos y sobre todo el corazón, para dejarnos descolocar por lo que sucede a nuestro alrededor y por el grito de la Palabra viva y eficaz del Resucitado».
De igual manera, invita a los presbíteros a no descuidar dos vinculaciones constitutivas de la identidad para mantener animado el corazón: la primera es Jesús y la segunda es que acrecienten y alimenten el vínculo con el pueblo.
María es la protagonista del cuarto elemento: la Alabanza, es imposible hablar de gratitud y ánimo sin contemplarla a ella, a esa mujer de corazón traspasado (cf. Lc 2,35), que enseña que la alabanza es capaz de abrir la mirada al futuro y devolver la esperanza al presente.
Su Santidad finaliza la carta dando gracias por los sacerdotes, por su entrega y misión con la confianza que “Dios quita las piedras más duras, contra las que se estrellan las esperanzas y las expectativas: la muerte, el pecado, el miedo, la mundanidad”, y pidiendo que “dejemos que sea la gratitud lo que despierte la alabanza y nos anime una vez más en la misión de ungir a nuestros hermanos en la esperanza. A ser hombres que testimonien con su vida la compasión y misericordia que sólo Jesús nos puede regalar”.