– Mensaje de los Obispos de América Central –
Desde la casa Siloé, ubicada en la diócesis de Alajuela, Costa Rica, en un entorno natural que nos invita a alabar al Dios Creador de todas las cosas, los obispos de los seis países centroamericanos reunidos aquí, les saludamos con las palabras de San Pablo: “Llegue a ustedes la gracia y paz, de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo” (Ef. 1, 2).
1. En comunión con el Papa Francisco.
Nos hemos reunido en un clima de profunda fraternidad, unidos al Papa Francisco que nos ha regalado la gracia del Sínodo Panamazónico, un acontecimiento eclesial que ha puesto los ojos en ese inmenso territorio que necesita un gigantesco esfuerzo evangelizador y un esfuerzo colosal para poner en marcha todas las exigencias de la ecología integral. Somos conscientes de que las innumerables comunidades indígenas que viven allí, en el más importante pulmón de la humanidad, tienen derecho a que se les anuncie a Jesucristo y su Reino recorriendo nuevos caminos.
Por eso no nos sorprende que el Santo Padre haya sido objeto de ataques tan virulentos e injustos, plagados de mentiras y calumnias. Desde nuestra Asamblea le hacemos llegar la cálida expresión de nuestra solidaridad y la promesa de nuestra oración para que el Espíritu le ilumine y sostenga en su ministerio.
Celebrando la LXXVII Asamblea Anual del Secretariado de América Central (SEDAC), hemos experimentado vivencialmente la sinodalidad tanto en nuestro crecimiento en el compartir alegrías y penas, esfuerzos y cruces en el servicio pastoral de los respectivos pueblos como en el crecimiento de nuestro saber y ejercer el acompañamiento en lo que hemos compartido.
La apretada agenda que hemos desarrollado a lo largo de la semana ha incluido temas como la sinodalidad, la historia de la Iglesia en la región centroamericana durante la colonia y después de la independencia, la prevención del abuso de menores y el informe de cada conferencia episcopal sobre la realidad eclesial y social de sus respectivos países.
2. Una mirada al presente y al futuro.
En ese caminar hemos constatado con preocupación que nuestro continente se está incendiando. Varios de los países de América Latina están atravesando situaciones dolorosas, estallidos de violencia y diversas situaciones de intolerancia. Realidades semejantes se viven en varias de nuestras naciones. Una vez más viene a nuestra memoria la Iglesia y el pueblo de Nicaragua. Nos preocupa sobremanera la situación de violencia en esa querida nación. Nos solidarizamos con los obispos de esa hermana República en su condena a la violencia en todas sus formas y en su valiente defensa de los derechos humanos. Hacemos votos para que cuanto antes, por la vía del diálogo, llegue la paz.
Pero no queremos dejarnos atrapar en los afanes del presente. En el horizonte vemos acercarse la celebración del bicentenario de la independencia de América Central. La Iglesia, que estuvo tan presente en la gesta libertaria, no puede permanecer indiferente ante este acontecimiento, en el que se mezclan las luces y las sombras.
En la misma historia de la humanidad, se produce la acción del Señor amorosa y salvadora. Así ha sido también la historia de nuestros pueblos centroamericanos. Identifiquemos la presencia del Señor y su seguimiento por parte de la Iglesia y sus ministros en el proceso de la independencia, no quedándonos en una mirada hacia el pasado sino buscando luces para el tiempo presente e inspiradora de construcción de futuro.
3. Caminamos entre luces y sombras.
Con gran alegría saludamos a los jóvenes centroamericanos. El pasado enero vivimos, en Panamá, la gran fiesta de la Jornada Mundial de la Juventud, que nos ha dejado el deseo de seguir fortaleciendo el acompañamiento a nuestros jóvenes, sobre todo desde las claves del documento postsinodal Christus Vivit, en el que el Papa Francisco nos invita a reconocer en el joven la “tierra sagrada y el ahora de Dios”. Les invitamos a no dejar de soñar y poner toda su energía en la construcción de una sociedad en justicia y paz, a renovar nuestras comunidades católicas para que sean fermento de esperanza, a ser transmisores del Evangelio.
Otro signo de esperanza es la creación de la Red Eclesial Ecológica Mesoamericana (REMAM) que tiene como características fundamentales la eclesialidad, la internacionalidad y el compromiso de instaurar el Reino de Dios en la tutela de la vida plena. Esto es lo que llamamos ecología integral.
Pero no todo es alegría, ante nuestros ojos se presenta el doloroso drama de la migración forzada. En efecto, la situación de miles de migrantes que pasan por nuestros territorios buscando un lugar seguro para vivir dignamente y en paz, nos aflige, nos interpela y nos llama a ser buenos samaritanos. En el momento presente muchísimos han quedado varados en la frontera Guatemala-México. Lamentamos la actitud del gobierno mexicano que ha cambiado su política de puertas abiertas, así como la política antinmigrantes y refugiados del actual gobierno norteamericano. Queremos denunciar el irrespeto al principio de no devolución en el caso de personas solicitantes de refugio que han salido huyendo de sus países de origen.
Ante esta situación reafirmamos enfáticamente que los migrantes y refugiados son nuestros hermanos que merecen, porque tienen derecho, respeto, cuidado, protección y seguridad. Nosotros les seguiremos ofreciendo abrigo, defensa y protección. Exhortamos a los fieles a vencer la tentación de la indiferencia, de la discriminación y xenofobia. Todo migrante es nuestro hermano.
4. Conclusión: “Caminemos a la luz del Señor”.
Como todos los años nos reunimos en vísperas del Adviento, que es un tiempo de espera y de esperanza. Adviento es un caminar. A los cristianos se les llamó, en los inicios de la Iglesia, “los discípulos del Camino” (Hch 9, 2). Caminamos al encuentro del Señor que viene a salvarnos. Toda nuestra vida debe ser un Adviento. En esta perspectiva hemos iniciado nuestros trabajos con un retiro centrado en la sinodalidad. Esta palabra significa, como sabemos, “caminar juntos”. Así nació la iglesia en el Cenáculo: “Aquí, donde Jesús consumó la Última Cena con los Apóstoles; donde, resucitado, se apareció en medio de ellos; donde el Espíritu Santo descendió abundantemente sobre María y los discípulos. Aquí nació la Iglesia, y nació en salida. Desde aquí salió, con el Pan partido entre las manos, las llagas de Jesús en los ojos, y el Espíritu de amor en el corazón” (Homilía del Papa Francisco en el Cenáculo, 26 mayo 2014).
Heredia, Costa Rica, 28 de noviembre de 2019.
Mons. José Luis Escobar Cardenal Gregorio Rosa Chávez
Arzobispo de San Salvador Obispo Auxiliar de San Salvador
Presidente del SEDAC Secretario del SEDAC