NO SÓLO CON LA PALABRA SERVIREMOS… SINO CON EL EJEMPLO DEL AMOR Y DE LA HUMILDAD

Pbro. Gonzalo Ortega, párroco de la Parroquia Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote

Hermanos… no sólo con la palabra serviremos… sino con el ejemplo silencioso, callado del amor y de la humildad.

San Oscar Romero

– Jueves Santo 1978 –

Esta mañana todo será diferente, como lo ha sido gran parte de la cuaresma y también de esta semana santa, y no lo digo con lágrimas en los ojos ni añoranzas, lo digo en clave obediente a la santísima y amabilísima voluntad de Dios; como lo decía un buen amigo sacerdote, estamos viviendo nuestra fe como Dios lo ha querido.

Para los sacerdotes, este día en el que se instituye el sacerdocio, no habrá momento de renovación de promesas sacerdotales, no habrá Misa Crismal, no habrá mucha solemnidad, ni el maravilloso calor humano que nos brinda el pueblo fiel del Señor; los laicos no sentirán en su paladar el sabor a pan sin levadura, ni la intensidad incomparable de la sangre de Cristo, no habrá comunión bajo las dos especies para la gran mayoría; sólo nos quedará el sonido triste de unas chicharras que cumplen año con año su labor de temporada.

Lo que sí tendremos bien dispuesto será nuestro recuerdo, la fiesta que ahora celebramos y que conmemora, un día como hoy, la forma tal como Nuestro Señor Jesucristo instituye estos sacramentos especiales: la Eucaristía, y del sacerdocio. Y no es para poco, esta remembranza actualiza el caudal incomparable de gracia para la Iglesia, nos recuerda a los sacerdotes que nuestro ministerio surge exactamente en un ambiente cercano al sacrificio, a través de gestos humildísimos de un pastor y rey que regiamente no le teme al servicio chocante que se compara a la de un siervo, un criado. Los acontecimientos que ahora vivimos de manera histórica, nos brinda algo muy valioso que dejamos pasar por alto, que es el tiempo; la labor sacerdotal y pastoral se ha convertido en lo más importante que, en todos los sentidos, el sacerdote realiza. Y que bueno sería que todos comprendiésemos que esa palabra viene de pastor, del corazón del que hace cabeza atendiendo a sus hijos espirituales, pero tristemente, la llamada pastoral, no es más, en muchos momentos, mucho ruido y poca transformación. Es por ello que el tiempo al que hago referencia está siendo clave para que todos los ministros busquemos la presencia bien amada de Cristo Eucarístico, que yace olvidado en muchos tabernáculos sucios y descuidados, que esperan pacientes por la visita del pastor.

Este jueves santo celebraremos en soledad, con apenas algunos laicos que colaboran en liturgia, pero para la Iglesia universal estoy seguro, que nos uniremos a todo el clero mundial y al mismo cielo de una manera más purificada, más humilde y más cercana a la primera celebración eucarística que realizó Jesús, un banquete íntimo, con sus amigos más cercanos, con los que arrimarían el hombro para sacar adelante esta misión evangelizadora que traería tanta paz y progreso a nuestros pueblos.
Encomendemos al Señor a nuestros sacerdotes, pidamos para que vivan la obediencia a un obispo que hace el esfuerzo por mostrarse cercano; pidamos para que nuestro pastor y mártir sea luz en sendero ministerial de tantos sacerdotes variopintos que todos los días hacen el esfuerzo por engrandecer el reino de Dios; pero no dejemos que la comodidad y la poca lucha nos haga enfriarnos y no demos el 100% para lo que estamos hechos.

En este día que inicia el triduo pascual clamamos al Señor para que envíe un nuevo pentecostés sacerdotal, que ya hemos comenzado a ver en estos días de cuarentena, que renueve el espíritu de la consagración de todos los sacerdotes, que encienda la llama del amor, la llama de tu espíritu que nos queme por dentro y logre que nuestra palabra arda en quien la escucha. Y que ese mismo Espíritu sea el que inspire sobre manera, produciendo iniciativas sacerdotales en beneficio de la atención a los mismos.

Para que los sacerdotes se tiendan la mano y luchen por vivir la fraternidad sacerdotal;
para que no haya sacerdotes que acaben su vida tristemente olvidados,
para que los sacerdotes más jóvenes sean lo suficientemente humildes para aceptar la corrección de los mayores;
para que el espíritu materialista no los corroa;
para que fortalezcas en tus sacerdotes el don del celibato;
para que todos den ejemplo claro de sencillez;
para que se manifieste a través del clero la unidad de la Iglesia;
para que haya en el clero un celo ardiente por la celebración eucarística;
para que todo impulso pastoral brote de la oración constante frente a Jesús en el sagrario;
para que María Santísima se muestre como madre y se haga sentir como la alegre compañía y custodia de los sacerdotes;
para que se vean fortalecidos espiritualmente nuestros Obispos y el Papa, dando ejemplo claro de paternidad…

¡Gracias Señor por el don del sacerdocio!