Presentamos a continuación una reflexión de Mons. Rafael Urrutia, quien fue el postulador diocesano de la causa de canonización de Monseñor Oscar Arnulfo Romero. Recuerda que fue Mons. Arturo Rivera Damas quien introdujo la causa de su predecesor porque consideraba que confluían dos elementos esenciales en el asesinato de Mons. Romero: el testimonio público en favor de Cristo y la muerte voluntariamente aceptada para confirmar ese testimonio.
Expresa que Monseñor Romero desde sus primeros años de sacerdocio mantuvo vivo su ministerio dándole primacía absoluta a una nutrida vida espiritual, la que nunca descuidó a causa de sus diversas actividades, manteniendo siempre una sintonía particular y profunda con Cristo, el Buen Pastor a través de la liturgia, la oración personal, el tenor de vida y la práctica de las virtudes cristianas.
Para Monseñor Romero fue tremendamente difícil y heroico ser arzobispo. Tuvo que enfrentar exigencias internas y externas. Pero sabía que era la hora de Dios para Él. El asesinato del padre Rutilio Grande, SJ., y sus dos acompañantes, le abrió los ojos y el corazón a una nueva llamada del Señor a ejercer el oficio de Buen Pastor, que no abandona las ovejas cuando ve venir al lobo.



